martes, 30 de junio de 2009

Soledad


He visto días nacer y morir al igual que sus noches le copiaron en todo, y copiaron su frio y su calor, y se agarraron de la mano para caminar por el mundo sin miedo a que el sol y la luna les asaltaran inesperadamente, procurando que todo tuviera su orden y que no hubiera sitio para el más mínimo susto.
He visto como mis manos han cambiado y han crecido, tanto que ahora apenas cogen en mis pequeños bolsillos. Manos llenas de historias, de texturas acariciadas, de pieles acariciadas, de pelos enredados entre mis dedos. Tengo al igual los pies llenos de kilómetros, la nariz llena de olores y la boca atascada de sabores y besos que dí, besos que me dieron. Tengo los ojos plagados de colores, de los más bellos sitios, de malos momentos y de viejos recuerdos
Mis arrugas no son de la piel, son del tiempo que me ha ido haciendo un surco de hiel, abriendome para enterrar cada imagen que pasó en mi vida, cada minuto que quise vivirla. Mis piernas no aguantan el paso de ese tiempo que ha volado sobre mi conciencia sembrando mi cabeza de momentos inolvidables. Las muletas ahora me soportan, igual que mis amigos y mi familia, soportan mi cuerpo a veces vagabundo y perdido, que mira fijamente los pasos de los niños, preguntandose tantas y tantas cosas que a veces ya pierdo la cuenta.
El aire aguanta mi aliento, el cielo cubre mi tejido, y el suelo sustenta la visión del mundo que tanto he querido.

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