miércoles, 20 de junio de 2012

Madrid skyline.

     Muere el sol allí donde el cielo y la tierra se besan incesantemente, donde las nubes acarician las mejillas de los árboles, donde los pájaros parecen caer a la nada, allí, en el mismo infinito, un día estuvo mi alma, corriendo a sus anchas como un niño pequeño, jugueteando con las azoteas de los edificios, patinando por el asfalto de las grandes vías, atragantandose con aros de azúcar y besos de miel.
      Al final de todo, lo más lejos posible, mi alma durmió, se despertó y descansó siempre que pudo, aupó a los altares del corazón a la luz más brillante que hubo, y fue junto con ese sol que muere tras la colina, con quien descubrió lo que era la vida.
     Puede incluso que hoy, cuando todo agoniza, resida un pedacito de mi en ese sol abrasador que todo ilumina, y puede que entre esos rayos casi desaparecidos, la agonía aún no tenga llanto, y esos brazos que el sol me tendió, sigan debajo por si un día caigo. Pero ahora, en este momento en el que el mar llena mis ojos y la arena tapona mis oidos, ese horizonte queda tan lejano, que ni la gran Santa María, llegará nunca a su puerto.

1 comentario:

  1. escribes fenomenal...yo, de deformación profesional, corregiría alguna cosilla...pero tienes una prosa muy rítmica. Enhorabuena!!!

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