Hace más de una semana ya que te fuiste y aún no me lo creo, y aunque
ahora broten las lágrimas y tenga mil millones de razones para que así sea, hay
una parte de mí que sonríe, y no porque te hayas ido, para nada. Ese trocito de
mi corazón que sonríe es por haber tenido el gran privilegio de ser tu primer
nieto, de disfrutar de ti, de tu amor, por ser heredero de tu gusto por las
pipas… recuerdo cuando me decías que una vez ganaste un concurso por comerlas
muy rápido, me encantan esas anécdotas. Como me encantaba llegar los viernes
por la noche al campo y que tuvieras siempre un huevo cocido preparado, creo
que por eso ahora me gustan tanto, y cada vez que lo como con sal me evoca a
esos días.
Miles y miles de
días junto a ti en el campo, donde nos veías crecer junto al abuelo, que se
cabreaba cada vez que hacíamos una cabaña en lo alto de la paja, incluso a
veces llegaba a subir para taparla y que no se estropeara la paja que había
debajo.
Recuerdo cuando me
llevabas al colegio, y no por las miles de veces que me lo has contado sintiéndote
orgullosa de aquellos momentos, si no porque fueron tan especiales para mi que
han quedado grabados a fuego en mi memoria. Me cogías de la mano y recorríamos
el pequeño trayecto del barrio al cole, hablando, riendo, y haciéndote aquella
imitación de Tarzán que tanta gracia te hacía, lo recuerdo como si fuera ayer…
y es que era ayer cuando me decías aquella frase… “quien borracho se acuesta
con agua se levanta”, cuando estábamos en el campo y yo ni tan siquiera había
empezado a salir.
Sé lo mucho que
te gustaba el campo, estar allí y ver tanta vida en nosotros, y ver como pasaba
la vida tranquilamente. Terminaba el día, regabas el porche después de haberte
bañado, y te sentabas allí a comerte un tomate mientras correteábamos a tu
alrededor.
Ves abuela, sigues
aquí, y es que siempre se seguirá vivo mientras te recuerden, y puedes estar
segura que eso será eternamente, porque vives en cada uno de nosotros, vives en
nuestros corazones, en nuestras palabras… en nuestra sangre. Y estoy tan
orgulloso de ello, estoy tan feliz como esos días que pasaba a tu lado, porque
sigues a mi lado. Sigo siendo ese niño que llevas en brazos, que agarraba
fuerte tu mano, que se comía los huevos cocidos y las pipas con sal. Sigo
viéndote en el campo y visitándote en tu casa cada vez que paso por allí,
porque soy parte de ti, porque hay partes de ti en mi, y por eso soy como soy,
y jamás de los jamases caerás en el olvido, ya lo sabes abuela.
Te quiero. Besos para ti y para el abuelo.