lunes, 22 de marzo de 2010

Autorretrato diluido

Me he diluido en un charco, en una gota de agua, en un rio, en el hielo de una montaña. Me diluido y me he derretido por las calles más perdidas de la ciudad. He navegado por las tuberías más oscuras, he torcido esquinas en los desagües del peor barrio, he estado a punto de morir ahogado en las alcantarilla más sucias de este lugar.
Soy agua, me he deshecho como una tableta de chocolate al calor del fogón, tanto que casi llego a evaporarme.
Soy líquido estancado, sin movimiento, sin color, sin sabor, sin apenas vida.
Apenas unas gotas agrupadas soy, empapando un trozo de asfalto moteado por el paso del tiempo, que me recogió sin querer. Y yo no quise acabar aquí, pero las casualidades mismas así lo quisieron, y ahora lucho cada día por recomponerme y hacerme sólido de nuevo, por hechar a andar, por correr y pedalear. Porque mi color no sea ese gris del alquitrán, sino ese rojo que siempre fuí, ese tipo que algún día fui... y seré.

viernes, 5 de marzo de 2010

Caminando.


He dejado un rastro de hojas tras de mi... tras de ti. He pisado millones de pequeñas piedrecitas que hacían nuestro camino más difícil y que sin duda alguna he superado. He dejado las huellas de mis manos apartando las ramas que salían a nuestro paso.

Mi vida se ha quedado en Madrid, mi alma perdida entre grandes edificios envueltos en contaminación y ruido. Mi mente se ha esfumado entre las miradas de la gente que camina por preciados mirando a ningún lado. Mis ojos se han fundido en las luces de un árbol de navidad, en las pompas de jabón de un mago, en los billetes de lotería que nunca compramos. Mi nariz se ha destruido después de atrapar el olor de los gofres con chocolate caliente de aquella estación.

Grite y canté por casi todos los metros, me asusté en el cercanías, me hice fuerte en Atocha y me rendí una noche de invierno en la cama más estrecha del mundo entero. Crecí paseando por Gran Vía e intentando llegar a tiempo al bus. Dormí una vez en el retiro y expresé mis ideas caminando por la puerta de Alcalá.

Caminando... caminando hemos subido y hemos bajado. Hemos iluminado nuestras caras con las luces de la ciudad. Hemos fundido nuestras manos entre personas, taxis y bancos. Caminando hemos soñado nuestra realidad, hemos realizado nuestros sueños y hemos olvidado nuestra infelicidad.

Caminando se humedecen mis ojos y mis labios se deshacen entre mis dientes. Caminando... caminando ya no sé si volveré a llegar...

martes, 9 de febrero de 2010

Desde el acueducto.


Viajar, el valor para marcharse el miedo a llegar, y una mano que agarrar, otros ojos que te ayuden a ver, otro alma que te acompañe, siempre es algo imprescindible.
De pronto un nuevo mundo se abre ante ti, callejuelas, historia, gentes, cultura... tu corazón empieza a acelerarse, tu dedo no para de apretar el botón de la cámara, tu emoción se agranda a cada paso y a veces es tal la ilusión que te embarga que no te das cuenta que el mayor monumento lo tienes al lado, ayudandote en el camino, acompañandote comiendo cochinillo, guiandote por atajos para llegar al sitio esperado, subiendo unas escaleras infinitas... disfrutando contigo, simplemente eso ya llena mi corazón. Sentir un aliento a tu lado, haciendote olvidar todos los problemas del mundo y esos ojos que tienen luz propia para iluminar tu universo, para iluminar la ciudad y que puedas fotografiar mejor, para iluminar tu corazón.
No hay palabras inventadas para describir ese sentimiento, no las hay, por mucho que yo a veces me esfuerce. No hay gestos, no hay nada que llegue a describirlo. No hay nada como esa compañía...

sábado, 23 de enero de 2010

El mar.

El mar ha llegado a la puerta de mi casa, viene arrastrando toda la suciedad que encontró a su paso, pero aún así su ernome belleza me ciega, igual que el relfejo del sol en su superficie. Las nubes vienen cubriendole el camino por si tienen que echarle una mano.
El mar ha llegado a mi habitación, lo ha inundado todo, lo ha empapado todo, hasta mi corazón, pero no puedo dejar de admirarlo, no puedo dejar de pensar en revolverme entre sus olas o descubrir todo lo que algerga a sus pies.
El mar, sin playa, viaja a través de mi vida, unas veces sube, otras veces baja, unas veces moja y otras veces se retuerce en remolinos imantados que me absorben hacia su interior, tratando de tragarme y absorber todo lo bueno de mi, queriendo sacar mi jugo para así subsistir él.
El mar manchego permanece inerte en los lluviosos días que me acechan, lucha para abrirse paso entre bombos y boinas, dejando todo un arrecife de coral lleno de ranas verdes con ojos grandes que vigilan la corriente del Azuer a su paso por Manzanares.

lunes, 18 de enero de 2010

Paseo marítimo...Manzanares.


Llueve y no para de llover en la ciudad, llueve y el mundo se ha vuelto loco entre tanta humedad. Llueve y el rio ha tomado vida, llueve y la población dormida ha salido a pasear.
Llueve y los campos se han hecho mar, las personas gaviotas al pasar, los paseos son ahora puerto, y el agua no para de brillar.
Brilla la luz de las farolas deslizandose por la superficie, sintiendose enormemente bellas, largas, estilizadas, pues la tierra jamás le dejo verse en ella. Brilla la gente acercandose a observar, brillan los flashes de las cámaras en cada esquina, brillan las sonrisas de los niños al imaginar que este verano no tendrán que viajar para ver el mar.