martes, 9 de febrero de 2010

Desde el acueducto.


Viajar, el valor para marcharse el miedo a llegar, y una mano que agarrar, otros ojos que te ayuden a ver, otro alma que te acompañe, siempre es algo imprescindible.
De pronto un nuevo mundo se abre ante ti, callejuelas, historia, gentes, cultura... tu corazón empieza a acelerarse, tu dedo no para de apretar el botón de la cámara, tu emoción se agranda a cada paso y a veces es tal la ilusión que te embarga que no te das cuenta que el mayor monumento lo tienes al lado, ayudandote en el camino, acompañandote comiendo cochinillo, guiandote por atajos para llegar al sitio esperado, subiendo unas escaleras infinitas... disfrutando contigo, simplemente eso ya llena mi corazón. Sentir un aliento a tu lado, haciendote olvidar todos los problemas del mundo y esos ojos que tienen luz propia para iluminar tu universo, para iluminar la ciudad y que puedas fotografiar mejor, para iluminar tu corazón.
No hay palabras inventadas para describir ese sentimiento, no las hay, por mucho que yo a veces me esfuerce. No hay gestos, no hay nada que llegue a describirlo. No hay nada como esa compañía...

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