jueves, 20 de septiembre de 2012

Esperándote.

    Mi timbre añejo se ha quedado por esperar lo inesperable, por estarse quieto ante las cámaras e impasible ante otros dedos.
    Mi timbre ya no rie, ni llora, ni funciona, ni suena... mi timbre ya no vive desde que tú no lo tocas. Mi timbre no se exhibe ante vecinas presuntuosas que se contonean calle arriba, con miradas lascivas, faldas cortas y besos furtivos.
    Y son mis oídos los que se han quedado sordos, porque no oyen su sonido, porque no oyen tus palabras, porque ya no esperan la pregunta de si hay alguien en casa.
    Mi timbre se ha manchado, se le ha corrido el rimel, su base de maquillaje ha emborronado su cara y es por esto que a veces cuando alguien viene a mi puerta ya ni le mira. Se sientre triste, olvidado y repudiado porque todos le vuelven la mano.
    Ay, pobre timbre! Fuiste la alegría de mi calle, con tu sonoridad marcando el eco por las esquinas. Fuiste la fiesta en mi casa y la tristeza en la del vecino, y ahora que te has ido, mi corazón se ha inundado entre recuerdos descolocados, abrazos rotos y guiños perdidos.

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