sábado, 10 de noviembre de 2012

Paseo nocturno.

     Solíamos pasear bajo la luz de las farolas, solíamos calentarnos con su luz y deslizarnos por las baldosas de la ciudad entre los sonidos de las estrellas, como aquella que en esa noche bajo a tocar su arpa. Parecía un ángel deslizando sus dedos por las cuerdas, dejando que las nubes acariciaran las notas.
     La ligera brisa acariciaba su tersa y blanca piel, removía las profundidades de las faldas ligeras, agitaba dulcemente las flores y la hierba de los jardines lejanos. Todo era armonía a nuestro paso, hasta sus dedos se entrecruzaban con los mios, formando un muro infranqueable para el más fornido guerrero.
     Podía notar el aroma de la cercana primavera por cada uno de mis poros, podía notar como ensanchaba mi alma, como crecía mi corazón al ritmo del tambor que marcaba el amor de sus pies acompasados a los mios... sentía como su pelo se pegaba a mi cara enredandose en mi barba, como sus labios susurraban besos de azúcar, como la gran orquesta de la urbe acompasaba sus afinados instrumentos con el olor a algodón de feria que desprendíamos, como todo parecía girar a nuestro alrededor, como los coches nos cedían el paso y los autobuses nos esperaban en la estación... podía notar la misma vida dentro de mi.

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