lunes, 8 de febrero de 2016

La nada... el todo...


     Discernir entre la nada y el todo, entre nadar o ahogarse, entre la orilla o el horizonte...

     Intentaba amarrarse a una tabla de salvación cualquiera cuando en realidad no la necesitaba, porque la única forma de seguir a flote era usando sus propios brazos. El problema era que no sabía moverlos bien, los agitaba sin control, no manejaba la respiración, sus piernas iban descordinadas... Empezó de pronto a recordar que alguien le había enseñado una vez como acompasar todo, como balancear su cuerpo de lado a lado como si fuera una tabla de surf movida por las olas. El agua estaba en calma y no le quedaba otra que remar, remar clavando bien sus manos en el agua, rompiendo esa barrera que creía insalvable. Fue entonces cuando descubrió que el agua era maleable, que podía manejarla a su antojo y hacer figuras con las gotas que salpicaba. Poco a poco fue dejando tras de sí un surco, unas veces mejor marcado, otras peor, pero al fin y al cabo eso ya no importaba, porque quedaba detrás, quedaba en una zona en la que ya no estaba, a pesar de que a veces le costara salir de la primera palmada en el agua.

     Cada día volvía al lago, tenía que probarse se decía, y repetía la misma operación, una mano, una pierna, respiración, una mano, una pierna, respiración... parecía tan sencillo a veces que se volvía un poquito más valiente a cada brazada, alejándose un poco más de la orilla, sólo que a veces le asaltaba el miedo y decidía volver a suelo firme.

     Aún no ha conseguido llegar al otro lado, sigue viendo todo borroso, como si la niebla no fuera a dejar la tarde de paseo, como si el sol estuviera tan escondido que no fuera jamás a iluminar de nuevo el agua para dejar destellos de luz por todo aquello que tenía alrededor y no era capaz de ver. Poco a poco pensaba, pero a veces el surco que dejaba a su paso, parecía arrastrarle de nuevo hacia atrás... poco a poco decía, poco a poco...

sábado, 22 de junio de 2013

Abuela María.



                     Hace más de una semana ya que te fuiste y aún no me lo creo, y aunque ahora broten las lágrimas y tenga mil millones de razones para que así sea, hay una parte de mí que sonríe, y no porque te hayas ido, para nada. Ese trocito de mi corazón que sonríe es por haber tenido el gran privilegio de ser tu primer nieto, de disfrutar de ti, de tu amor, por ser heredero de tu gusto por las pipas… recuerdo cuando me decías que una vez ganaste un concurso por comerlas muy rápido, me encantan esas anécdotas. Como me encantaba llegar los viernes por la noche al campo y que tuvieras siempre un huevo cocido preparado, creo que por eso ahora me gustan tanto, y cada vez que lo como con sal me evoca a esos días.
   Miles y miles de días junto a ti en el campo, donde nos veías crecer junto al abuelo, que se cabreaba cada vez que hacíamos una cabaña en lo alto de la paja, incluso a veces llegaba a subir para taparla y que no se estropeara la paja que había debajo.
    Recuerdo cuando me llevabas al colegio, y no por las miles de veces que me lo has contado sintiéndote orgullosa de aquellos momentos, si no porque fueron tan especiales para mi que han quedado grabados a fuego en mi memoria. Me cogías de la mano y recorríamos el pequeño trayecto del barrio al cole, hablando, riendo, y haciéndote aquella imitación de Tarzán que tanta gracia te hacía, lo recuerdo como si fuera ayer… y es que era ayer cuando me decías aquella frase… “quien borracho se acuesta con agua se levanta”, cuando estábamos en el campo y yo ni tan siquiera había empezado a salir.
     Sé lo mucho que te gustaba el campo, estar allí y ver tanta vida en nosotros, y ver como pasaba la vida tranquilamente. Terminaba el día, regabas el porche después de haberte bañado, y te sentabas allí a comerte un tomate mientras correteábamos a tu alrededor.
    Ves abuela, sigues aquí, y es que siempre se seguirá vivo mientras te recuerden, y puedes estar segura que eso será eternamente, porque vives en cada uno de nosotros, vives en nuestros corazones, en nuestras palabras… en nuestra sangre. Y estoy tan orgulloso de ello, estoy tan feliz como esos días que pasaba a tu lado, porque sigues a mi lado. Sigo siendo ese niño que llevas en brazos, que agarraba fuerte tu mano, que se comía los huevos cocidos y las pipas con sal. Sigo viéndote en el campo y visitándote en tu casa cada vez que paso por allí, porque soy parte de ti, porque hay partes de ti en mi, y por eso soy como soy, y jamás de los jamases caerás en el olvido, ya lo sabes abuela.

Te quiero. Besos para ti y para el abuelo.

miércoles, 5 de junio de 2013

Siempre hay una puerta.

          Mírala, ¿no la ves? Está ahí, donde siempre, no se ha movido. Y es que aunque no lo creas siempre has tenido una salida, un agujero por el que escapar hacia el principio del cuento. Puede ser que no te hayas percatado de ella, que estuviera disimulada, pero nadie en ningún momento la quitó.
       Mírala, ¿no sientes la fuerza que ejerce sobre ti?. Yo puedo ver como pasa la brisa de fuera por la rendija que queda abajo, puedo notar el jaleo de la calle, puedo escuchar risas e incluso la luz que pasa ilumina buena parte de la habitación.
        Mírala, ¿no te cansas de lamentarte o estar triste? Que ya sé que a veces nuestro universo se descompone, que deshace en pedacitos que a la vez se estrellan con nuestro espíritu. Y sé que es más facil quedarse quieto esperando que te golpeen, que duelan lo menos posible, antes que estar saltando de un lado a otro para esquivarlos. Pero... ¿de verdad crees que merece la pena dejar de luchar? ¿Crees que es mejor dejarse vencer por la nada a vencer el miedo de girar el pomo y ver lo que hay detrás? No me lo creo, no me lo quiero ni puedo creer, sé que hay dentro de ti la suficiente magia como para levantarte una y otra vez por dura que sea la caida, lo sé, te conozco muy bien.
       Mírala, mírala, mirala... no dejes de observarla, no la pierdas de vista, pero tampoco lo pienses mucho, que tienes dos días para disfrutar y uno... hace malo. Actúa, no te pares, que el camino es largo y hay que andarlo, no medites demasiado, corre, salta, haz que te tiemblen las piernas. Pues el brillo que persigues no perdurará ya que aunque no lo creas, las estrellas, también mueren.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Paseo nocturno.

     Solíamos pasear bajo la luz de las farolas, solíamos calentarnos con su luz y deslizarnos por las baldosas de la ciudad entre los sonidos de las estrellas, como aquella que en esa noche bajo a tocar su arpa. Parecía un ángel deslizando sus dedos por las cuerdas, dejando que las nubes acariciaran las notas.
     La ligera brisa acariciaba su tersa y blanca piel, removía las profundidades de las faldas ligeras, agitaba dulcemente las flores y la hierba de los jardines lejanos. Todo era armonía a nuestro paso, hasta sus dedos se entrecruzaban con los mios, formando un muro infranqueable para el más fornido guerrero.
     Podía notar el aroma de la cercana primavera por cada uno de mis poros, podía notar como ensanchaba mi alma, como crecía mi corazón al ritmo del tambor que marcaba el amor de sus pies acompasados a los mios... sentía como su pelo se pegaba a mi cara enredandose en mi barba, como sus labios susurraban besos de azúcar, como la gran orquesta de la urbe acompasaba sus afinados instrumentos con el olor a algodón de feria que desprendíamos, como todo parecía girar a nuestro alrededor, como los coches nos cedían el paso y los autobuses nos esperaban en la estación... podía notar la misma vida dentro de mi.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Esperándote.

    Mi timbre añejo se ha quedado por esperar lo inesperable, por estarse quieto ante las cámaras e impasible ante otros dedos.
    Mi timbre ya no rie, ni llora, ni funciona, ni suena... mi timbre ya no vive desde que tú no lo tocas. Mi timbre no se exhibe ante vecinas presuntuosas que se contonean calle arriba, con miradas lascivas, faldas cortas y besos furtivos.
    Y son mis oídos los que se han quedado sordos, porque no oyen su sonido, porque no oyen tus palabras, porque ya no esperan la pregunta de si hay alguien en casa.
    Mi timbre se ha manchado, se le ha corrido el rimel, su base de maquillaje ha emborronado su cara y es por esto que a veces cuando alguien viene a mi puerta ya ni le mira. Se sientre triste, olvidado y repudiado porque todos le vuelven la mano.
    Ay, pobre timbre! Fuiste la alegría de mi calle, con tu sonoridad marcando el eco por las esquinas. Fuiste la fiesta en mi casa y la tristeza en la del vecino, y ahora que te has ido, mi corazón se ha inundado entre recuerdos descolocados, abrazos rotos y guiños perdidos.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Venus.

     Asoma su primer destello entre los colores imposibles del mundo, se sonroja y se ilumina con tanta facilidad que destaca por encima de todo, y cuando todos se van, se maquilla la primera, coqueta y presumida, en la luna se balancea.

     Le gusta ver las cosas desde su lugar privilegiado. Dicen que le gusta pasearse al atardecer, que trasnocha, que se ha encargado de vigilar los sueños de la gente, que se pasa las horas en vela tratando de solucionar los problemas del día que se fue, que sonrie en la noche ante los piropos de la gente, y el brillo de sus labios vuelven a dar el día, tratando de quitarle el puesto al sol.

     Corre el tiempo pero ella sigue igual, se contonea, se balancea entre montañas, entre nubes y aires de superioridad, se mueve sigilosa entre millones de constelaciones, entre bares y luces de neón, se siente grande, se siente la mejor, se siente una estrella, y no se da cuenta que jamás lo será.

miércoles, 20 de junio de 2012

Madrid skyline.

     Muere el sol allí donde el cielo y la tierra se besan incesantemente, donde las nubes acarician las mejillas de los árboles, donde los pájaros parecen caer a la nada, allí, en el mismo infinito, un día estuvo mi alma, corriendo a sus anchas como un niño pequeño, jugueteando con las azoteas de los edificios, patinando por el asfalto de las grandes vías, atragantandose con aros de azúcar y besos de miel.
      Al final de todo, lo más lejos posible, mi alma durmió, se despertó y descansó siempre que pudo, aupó a los altares del corazón a la luz más brillante que hubo, y fue junto con ese sol que muere tras la colina, con quien descubrió lo que era la vida.
     Puede incluso que hoy, cuando todo agoniza, resida un pedacito de mi en ese sol abrasador que todo ilumina, y puede que entre esos rayos casi desaparecidos, la agonía aún no tenga llanto, y esos brazos que el sol me tendió, sigan debajo por si un día caigo. Pero ahora, en este momento en el que el mar llena mis ojos y la arena tapona mis oidos, ese horizonte queda tan lejano, que ni la gran Santa María, llegará nunca a su puerto.